Llévame lejos, quien seas, no importa,
en el centro de la noche, contigo ahora, lejos del ruido, lejos de la
luz de las farolas y las polillas atraídas por la luz. Soplaré todas
las velas que un día encendí para alumbrar el camino, ahora solo me
importa la oscuridad que reside entre los árboles, el lobo que se
esconde dentro del bosque afilando sus colmillos, pensando en mis
arterias, y la tumba cavada entre la tierra con la forma de mi cuerpo
para que descanse por un tiempo.
Los polos opuestos no se atraen, porque
a mí no me atrae la luz, ni tú tampoco.
Nuestras mentes están esperando un
tren que nunca llega en el mismo andén equivocado, y no es una buena
forma de conocerse, porque estamos derrotados.
Creo que seguimos entre las vías
porque nuestros pulmones tampoco funcionan, porque somos de esos que
hace tiempo dejaron de respirar, y porque nos prendimos fuego a
nosotros mismos solo porque era la única manera de alumbrar un poco
todo.
Creamos una lista de las personas que
nunca quisieron entrar por la misma puerta que construimos con
nuestras propias manos, esa puerta por la que perdimos nuestra suave
piel y nuestra inocencia. Después la intercambiamos, y yo me
encargaré de tus nombres, y tú te encargarás de los míos, así
nadie sospechará. Sabemos que no haremos nada de lo que prometemos,
aunque somos unos cobardes con alma de valientes, y todavía no lo
hemos descubierto.
Somos como dos puentes rotos que se
unen para que ambos podamos cruzar, el problema es que estamos en
extremos diferentes, que cuando nos crucemos será en la mitad, el
único momento en el nuestras miradas se toparán, cinco segundos,
después todo acabará, porque cuando lleguemos a los dos lados, no
nos giraremos, no nos miraremos para agradecernos nada, seguiremos
caminando hacia nuestro destino, escuchando cómo el puente que hemos
creado se desmorona, y una diminuta lágrima que secaremos antes de
que caiga, será la única revelación de que nunca sentimos
semejante dolor.
Es precioso!
ResponderEliminar